Por lo que siento últimamente veo
que me faltan horas, a lo más, días, en los que caeré en las manos consumistas
de la literatura. No solo lo siento, es que empieza a verse. Hace unos meses,
cuando fueron mis campanadas, me regalaron un libro que no llega a llenarme ni
a engancharme. Hace unos días, un libro volvió a ser el mejor regalo. Pero lo
que más me gustaba es que el libro venía con otro de regalo y, el regalo del
regalo, me gustaba más. Qué perdido estoy literalmente. Este verano, un libro
que se ha vendido como rosquillas porque la chica que lo escribió es una famosa
hija de un famoso y el libro tiene un título muy sugerente. Cuando lo terminé
me sentí peor que cuando me los regalaron, pues la mano oferente me lo dedicó
con una sentencia que todavía no veo la firma de amistad, y la respuesta al
título se lo ventilaba en cuatro líneas, ni una página, al final de sus
páginas. Pero estas aventuras literarias no me hacen renegar del placer de
leer.
Y hablando de placer. Hay un
libro, y es a lo que voy, que me tienta, me seduce y parece que busco el placer
de su lectura. Me llegó por el boca a boca. Varias amigas no solo lo han leído,
sino que lo han regalado. Rara es la librería o tienda donde se vendan libros
que no tienen en su escaparate un ejemplar o toda su trilogía. Pero lo que me
hace estar enfermo es que, desde hace unos meses, soy amigo por Factbook de
este libro. No hay cosa peor que sentir que un libro está vivo, que te habla,
te sugiere, te pregunta. Gracias a esta amistad he descubierto que son muchas,
muchas, muchísimas las mujeres que han leído este libro y han devorado los tres
volúmenes. Tengo mis reparos. No conozco a nadie varón que lo haya comprado,
que lo tenga en su mesita de noche o se lo haya cogido a su esposa o a una
amiga.
Lo curioso es que este tipo de
lectura, y eso que a mí me gusta mucho que se lea, de lo que sea, pero que se
lea, es de un tipo morbosa, seductora y erótica. El libro, lleno de fantasías,
es un consejo que se pasa entre amigas como la que comparte su mejor juguete
para ser más feliz. Lo que me gusta, y ahí mi felicitación a su autora, es que
no se conforma con invitar a su grupo de fans que la persiguen en sus firmas de
ejemplares a que lean sus libros, sino que las anima a que escriban sus
experiencias y las cuelguen en sus muros. Estoy impaciente por leer los
factbook de mis amigas. No solo por conocer sus pasos fantasiosos sino por
saber cuándo encuentran tiempo para el amor y la ternura en un día que empieza
a las seis de la mañana y termina rondando la una de la madrugada, sacando
adelante, además del trabajo, la casa y la educación de sus hijos. Pobres, yo
creo que no tienen tiempo ni para soñar. Pobres, ni en sueños. Me lo compro.