jueves, 6 de diciembre de 2012

jueves, 29 de noviembre de 2012

De libros.


Por lo que siento últimamente veo que me faltan horas, a lo más, días, en los que caeré en las manos consumistas de la literatura. No solo lo siento, es que empieza a verse. Hace unos meses, cuando fueron mis campanadas, me regalaron un libro que no llega a llenarme ni a engancharme. Hace unos días, un libro volvió a ser el mejor regalo. Pero lo que más me gustaba es que el libro venía con otro de regalo y, el regalo del regalo, me gustaba más. Qué perdido estoy literalmente. Este verano, un libro que se ha vendido como rosquillas porque la chica que lo escribió es una famosa hija de un famoso y el libro tiene un título muy sugerente. Cuando lo terminé me sentí peor que cuando me los regalaron, pues la mano oferente me lo dedicó con una sentencia que todavía no veo la firma de amistad, y la respuesta al título se lo ventilaba en cuatro líneas, ni una página, al final de sus páginas. Pero estas aventuras literarias no me hacen renegar del placer de leer.

 

Y hablando de placer. Hay un libro, y es a lo que voy, que me tienta, me seduce y parece que busco el placer de su lectura. Me llegó por el boca a boca. Varias amigas no solo lo han leído, sino que lo han regalado. Rara es la librería o tienda donde se vendan libros que no tienen en su escaparate un ejemplar o toda su trilogía. Pero lo que me hace estar enfermo es que, desde hace unos meses, soy amigo por Factbook de este libro. No hay cosa peor que sentir que un libro está vivo, que te habla, te sugiere, te pregunta. Gracias a esta amistad he descubierto que son muchas, muchas, muchísimas las mujeres que han leído este libro y han devorado los tres volúmenes. Tengo mis reparos. No conozco a nadie varón que lo haya comprado, que lo tenga en su mesita de noche o se lo haya cogido a su esposa o a una amiga.

 

Lo curioso es que este tipo de lectura, y eso que a mí me gusta mucho que se lea, de lo que sea, pero que se lea, es de un tipo morbosa, seductora y erótica. El libro, lleno de fantasías, es un consejo que se pasa entre amigas como la que comparte su mejor juguete para ser más feliz. Lo que me gusta, y ahí mi felicitación a su autora, es que no se conforma con invitar a su grupo de fans que la persiguen en sus firmas de ejemplares a que lean sus libros, sino que las anima a que escriban sus experiencias y las cuelguen en sus muros. Estoy impaciente por leer los factbook de mis amigas. No solo por conocer sus pasos fantasiosos sino por saber cuándo encuentran tiempo para el amor y la ternura en un día que empieza a las seis de la mañana y termina rondando la una de la madrugada, sacando adelante, además del trabajo, la casa y la educación de sus hijos. Pobres, yo creo que no tienen tiempo ni para soñar. Pobres, ni en sueños. Me lo compro.

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